La cartera que se fue y volvió (sin dinero)
Una reflexión sencilla sobre pequeños gestos y lo que dicen de nosotros.
Lo de hoy
Hoy me robaron la cartera. La policía me la devolvió horas después: misma cartera, mismos papeles, mismo peso de rutina… salvo por un detalle: había vuelto sin dinero.
No es una tragedia, pero sí un golpe seco al ánimo. Como si alguien te recordara, sin hablar, que el mundo puede ser rápido para tomar y lento para devolver.
Lo de ayer (que también soy yo)
Hace años encontré una cartera con dinero y la devolví tal cual. Sin inventarme excusas, sin “compensaciones”. La llevé a quien correspondía y seguí con mi día.
A veces creemos que el valor está en lo que perdemos o ganamos; otras, en lo que decidimos no quedarnos.
¿Tipos de personas?
Podría decir que hay “quien quita” y “quien devuelve”, pero la realidad es menos limpia que un titular. No somos categorías puras: somos decisiones concretas, tomadas en momentos concretos.
Ese matiz importa. Porque lo que hacemos cuando nadie nos mira no nos coloca en una “clase” definitiva, pero sí deja una marca que luego reconocemos en el espejo.
Lo que me deja esta historia
Perder dinero duele. Recuperar los papeles alivia. Recordar que un día devolví una cartera, me centra. No para sentirme mejor que nadie, sino para no perder el hilo de quién intento ser.
La vida va dejando pequeñas pruebas de estrés: una cartera que se va, una llamada, un cruce de miradas. No controlo lo que me hacen; sí controlo lo que hago después.
Hoy elijo seguir devolviendo lo que no es mío. No porque sea rentable, sino porque me sostiene. Es mi forma de no perder más de lo que ya se llevaron.
Nota personal: si alguna vez te encuentras una cartera, recuerda que devolverla completa no te hace santo, solo te mantiene entero. ética cotidiana